Si comprendes, las cosas son como son;
si no comprendes, las cosas son como son.
PROVERBIO ZEN
Que vemos.
¿Por qué no vemos el planeta, el estrés, el trabajo, las vacaciones, un hijo, una película, un libro, el alimento que hoy desayunamos de la misma forma que los demás? Cada uno percibe el mundo de manera particular porque cada quien tiene una mente diferente y es esta la que tiene esa facultad. El mundo está ahí, los sentidos captan una mínima parte de él y la mente interpreta esa minúscula porción del mundo. Nuestros cinco sentidos tienen márgenes muy cortos de percepción fuera de los cuales no podemos captar nada. El más valorado de nuestros sentidos, la vista, solo capta una pequeña fracción del amplio espectro electromagnético.
James Maxwell, físico británico que en 1860, hace ya 160 años, planteó la teoría de las ondas electromagnéticas, dijo: "Lo que vemos y oímos nunca son los fenómenos investigados, sino solo sus consecuencias". Los objetos no son como los percibimos. Todo lo que llamamos materia es un campo unificado de energía en donde el conocimiento que produce la ciencia no está relacionado con la experiencia sensorial directa, por ello el lenguaje y los sentidos que utilizamos no son adecuados para describir los objetos que observamos.
Sin embargo, pese a lo anterior, podemos nombrar los fenómenos y hablar acerca de ellos, Semir Zeki (1993), investigador de microbiología, asegura que los estímulos visuales de los que el cerebro dispone no ofrecen códigos de información estables. Las longitudes de onda de la luz reflejada por la superficie de los objetos cambian de acuerdo con las variaciones de iluminación, a pesar de ello, el cerebro consigue asignar a la superficie un color consistente. La imagen producida por la mano de un orador al gesticular nunca es la misma de un momento a otro, pero el cerebro le asigna coherentemente la categoría de mano. La imagen de un objeto varía con la distancia: el cerebro logra, sin embargo, establecer su tamaño verdadero. La luz, para la física moderna, es un campo magnético que cambia extremadamente rápido y que viaja por el espacio en forma de ondas y otras veces, dependiendo del observador, como partículas. Lo que nosotros vemos como objetos, son unas pocas frecuencias de ese amplísimo espacio magnético (que es la realidad) de la que hablan los físicos.
El oído humano, por muy fino que sea, solo alcanza a escuchar entre 20 y 20 000 frecuencias por segundo. Existe una amplia realidad sonora que escapa a nuestro sentido de audición. Rayos cósmicos y solares, campos magnéticos, partículas, sonidos, aromas, sensaciones y sabores que no percibimos también afectan e influyen en nuestra vida, aunque no los advirtamos.
Por si esto fuera poco, de ese pequeño intervalo de realidad que sí captamos, nuestra psique pone una deficiente atención en muy pocas cosas de las que sí percibimos.
Todo lo que el ser humano ha creado, lo ha hecho gracias a que tenemos una mente. Esta ha organizado la realidad de cierta manera para que sea perceptible: le ha dado un orden, límites y palabras para identificar incluso lo que era imperceptible, y también lo que no existía. Este libro, estas hojas, los lentes que usamos, el alimento que consumimos, la ciudad donde vivimos, el covid-19, han sido concebidos e identificados por las mentes de las personas.
En nuestra psique se crea el interés por casarnos, por jugar, por la ciencia, por una obra de arte y por innumerables actividades que vivimos de forma cotidiana. Esa misma mente que hoy ocupa nuestra atención nos permite realizarnos en modos diferentes; diseña nuestros cuerpos, nuestros gestos y nuestra forma de existir. Crea o destruye el mundo, se reinventa a sí misma.
Cuando nacemos percibimos sensaciones, emociones, sonidos, imágenes básicas, emociones de autopreservación. Con el paso de los años se agregan percepciones más complejas, el lenguaje, emociones más diferenciadas, diálogos internos, pero también pensamientos y emociones exageradas, perturbadoras e innecesarias.
La neurociencia ya ha demostrado que aquello que llamamos "realidad" se percibe de manera similar solo por los individuos de la misma especie. Los insectos, los peces, las aves, los reptiles poseen una neurología muy diferente, y por eso perciben las formas, los colores, las dimensiones de manera distinta a la nuestra. Los perros no pueden ver el blanco ni el negro; los bovinos no pueden distinguir el azul, el verde ni los grises. Entre los primates la gama de visión cromática, incluso de una misma especie, puede variar entre individuos, hasta del mismo sexo. Si la realidad para cada especie es diferente, ¿Cuál es la verdadera?
Los filtros sensoriales nos permiten acceder a una pequeña parte de toda la realidad: 11 000 000 de bytes por segundo. Y solo podemos ver una parte aún más pequeña de eso: 50 bytes por segundo. Y de esos 50 bytes únicamente ponemos verdadera atención a una parte todavía más pequeña, que además en muchas ocasiones no valoramos de forma adecuada. Clara Moskowitz, en Mind Limited Found, sostiene que el límite son 4 bits o segmentos de información. Lo que creemos que es la realidad es una minúscula reedición de ella. En la mente creamos, sin ser conscientes, un mapa mental muy reducido y defectuoso del inmenso territorio que habitamos.
Así, un padre se puede enojar fácilmente con su hijo cuando reprueba un examen: "¿Por qué no te fijas?, ¿por qué no estudias?, ¿qué sucede?" La explicación es sencilla. El padre, desde su mente tranquila y particular, desde su amplia experiencia, mira, enfoca y valora una realidad sumamente diferente de la del hijo, quien, al ponerse ansioso y preocupado por los exámenes, olvida con frecuencia aquello que el día anterior sí recordaba.
El punto de vista, el lugar desde donde mira un observador, determina, que un mismo fenómeno aparezca como diferente. La posición en la que a lo lejos vemos un arcoíris dependerá del lugar en donde se encuentra el observador que lo mira.