“Pensar bien” es distinto a tener una casa digna, un cuerpo sano y fuerte, una inteligencia refinada, una buena educación o un alto nivel cultural. Aunque todo esto puede es bueno y deseable, es poco sí no tenemos una mente clara y sabia, que perciba con mayor fidelidad y compasión el mundo que le rodea. Una mente limpia, sin rencores ni sufrimiento, alejada de la ignorancia, inequívocamente percibe mejor la realidad, interna y externa, que otra que la distorsiona con obstáculos y trabas perceptuales y emocionales. Por desgracia la importancia de una mente clara no ha sido, en nuestra cultura, suficientemente valorada, ¿por qué?
Reconocemos sutilezas como la forma de la boca, los ojos o las cejas, el tipo de pelo o hasta una pequeña cicatriz en el rostro de las personas. Nos dejamos llevar por los rasgos externos. Incluso, a veces, estamos influidos para elegir pareja, compañeros y socios por las apariencias físicas y sus bienes materiales más que por la calidad de la mente y el corazón de las personas.
La psique no contiene músculos, huesos ni venas, ni siquiera moléculas o átomos. No es blanda ni roja ni tiene peso. No tiene forma ni textura. Sin embargo, es capaz de percibir las características físicas de todo lo que podemos comprender. Los átomos no pueden conocer nada. Nuestra mente es la creadora de las experiencias que tienen significado en nuestra vida.
Debido a esta influencia natural de lo externo en nosotros, pensamos que las cosas por las que sufrimos provienen de afuera. Si alguien “nos insulta” o “nos manipula” aseguramos que el daño viene del coraje, de las palabras, del volumen, el tono que la persona utilizó. Pero sí lo analizamos con detenimiento nos daremos cuenta de que esas palabras y tonos específicos son vibraciones sonoras que golpean nuestro tímpano, de la misma manera que lo harían en el tímpano de otra persona sin causarle el mismo efecto emocional que a nosotros.
El daño no se encuentra en las estructuras del oído, el volumen o el tono de la voz de la otra persona. La causa raíz no viene de afuera, es la forma específica en que la mente interpreta las palabras, los tonos, las imágenes. El sufrimiento se origina en la mente de cada uno de nosotros.
Entonces, es posible que para cualquier otra persona la causa de nuestro enojo o tristeza no genere emociones análogas. Alguien más requerirán otro volumen, otras vibraciones sonoras, otras palabras, otras experiencias y con seguridad otra historia personal para que su mente se vea afectada. La causa del sufrimiento no es la misma para todos, es una causa enteramente subjetiva, interpretada por la sensibilidad específica de nuestra psique de cada quien. Si deseamos detener nuestro sufrimiento, habremos de intentar modular nuestra mente.
Al principio, durante y al final del camino una mente clara es la mejor herramienta de la que disponemos para relacionarnos adecuadamente con nosotros mismos, el entorno y con los demás.